dissabte, 23 de febrer del 2013

A Ucrania en autobús


Publicat a La Vanguardia el 2006

Los caminos de la emigración
Viaje a Kiev en una de las líneas regulares más largas de Europa



A principios de los años treinta, Carles Sentís escribió una serie de reportajes sobre la emigración murciana que llegaba a Catalunya. Para conocer mejor a esos hombres y mujeres, Sentís viajó con ellos en uno de los autocares que hacían el trayecto desde Lorca a Barcelona. De esta forma pudo conocer de primera mano las inquietudes e ilusiones de aquellos emigrantes, las razones que les impulsaban a emprender tan largo viaje. Los artículos que en 1933 publicó en “Mirador” fueron editados en 1994 por la editorial La Campana, bajo el elocuente título de “Viatge en Transmiserià”.
Mucho han cambiado las cosas en siete décadas. Los nuevos catalanes ya no proceden del sur de la Península, sino de bastante más lejos. Y Murcia ha pasado de exportar mano de obra a importarla.
Precisamente de Murcia procede el autocar que cada semana pasa por Barcelona con destino a Ucrania. Es, sin duda, uno de los viajes más largos que en la actualidad, y en Europa, pueden hacerse subido en un servicio regular de transporte de viajeros por carretera. El trayecto suma 3.900 kilómetros desde su origen en la capital murciana hasta su destino final, en la capital de Ucrania. O 3.300 kilómetros si el punto de embarque es la barcelonesa Estació del Nord. Ésta es la distancia que media entre dos de los extremos de Europa. Difícilmente se encontrará en el Viejo Continente un autobús que cubra una distancia más larga. En España, desde luego, no lo hay. Es posible viajar a Rusia en autobús, pero haciendo trasbordo en Alemania. Y de servicios que se dirijan a África, el destino más lejano que se ofrece es Marrakech, que está bastante más cerca que la antigua república soviética.
Las próximas 46 horas compartiremos nuestro destino con una cuarentena de ucranios que, tras una ausencia de meses o de varios años, regresan a su país para reencontrarse con lo que un día dejaron atrás. El suyo no es un viaje de vuelta, de todas formas. Todos los hombres y mujeres que nos acompañan han decidido que, por ahora, su casa está en el sur de Europa. Aquí se vive bien, y, a la espera de que la situación en su país mejore, aquí desean seguir viviendo. Por el momento, Ucrania es, para ellos, nada más –y nada menos-, que un paraíso perdido al que anhelan regresar algún día de modo definitivo. Mientras, se conforman con ir de vacaciones, poder demostrar a los suyos que, a pesar de lo dolorosa que fue la partida, la decisión de marcharse fue la acertada.

Todo ha sido llegar a la Estació del Nord, dirigirse a las pantallas que señalan los próximos autocares que saldrán de Barcelona y comprobar que, en efecto, para las nueve de la noche está prevista la partida del coche de línea que se dirige a Ucrania. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Desde hace meses sabía de la existencia de estos autocares. Cada domingo por la tarde pasa por Barcelona el de la compañía Universe, y los lunes por la noche lo hace el de la empresa Express A, ambas ucranias y coaliadas con la española Alsa. Pero por más que sepas, por más que hayas intentado mentalizarte de que vas a pasar casi dos días confinado en el angosto espacio de un asiento, la cosa cambia cuando llega el momento.
Y el momento llega con media hora de antelación. A las ocho y media entra como una exhalación en el muelle número 9 un flamante autocar Mercedes Benz con matrícula ucrania.
Me dirijo al conductor con el billete en la mano, y me dice algo así como:
-Este autobús va a Ucrania.
Sí, sí. Voy a Ucrania, con ustedes –alego, blandiendo mi billete.
Un gesto de incredulidad invade el rostro del hombre, que se resiste a creer que un barcelonés escoja el autobús para cruzar Europa. Un pasajero que observa con atención mi billete me da la razón: “Da (sí), el señor va a Kiev”, confirma.
-Pero, ¿y el billete de vuelta? -refunfuña el hombre, impaciente por cerrar el maletero y largarse.
Volveré en avión –le aclaro.
No entiende nada, pero me asigna el asiento 29 y me manda subir.
Localizo el asiento 29, pero la señora que ocupa la plaza contigua se resiste a dejarme pasar. “Siéntese detrás; hay sitios libres”.
La señora del asiento 29 está intrigada por mi presencia. Los españoles no suelen ir a Ucrania en autobús. Se entendería si hiciera el viaje de vuelta con el mismo medio de transporte, lo que demostraría que tengo poco dinero. Pero un boleto de ida en autocar (185 euros) y otro de regreso en avión (374 euros) valen bastante más que un billete por los dos trayectos (a partir de 427 euros).
Nos ponemos en marcha. Nada más enfilar la Gran Via, aparecen en las pantallitas que hay sobre nuestras cabezas una película rusa y cuarenta pares de ojos se fijan en ellas, de modo que nadie se percata de que pasamos junto al espectacular tótem multicolor de la plaza de les Glòries. Mis compañeros de viaje comienzan a vivir la realidad de su país muchas horas antes de pisar suelo ucranio. Viajan en un autobús ucranio, acompañados de casi una totalidad de ucranios y pueden ver una película que, aunque sea rusa, les anticipa lo que encontrarán pasado mañana cuando pisen la patria de sus antepasados. Lo otro, lo catalán o lo español, ya lo tienen bien conocido. O no; pero ya tendrán tiempo de conocerlo. Lo que ahora interesa es sentirse cerca de esa tierra negra y llana que tanto aman, matar la nostalgia, empezar a vivir su país dentro de esta patria ambulante que se llama autobús.
Antes de llegar a la Jonquera hacemos la primera parada, y la señora del asiento 29 me aborda para convencerme de que el viaje no es nada interesante, que estoy perdiendo el tiempo y el dinero.
La mujer en cuestión se llama Ivana y vive en València. Ésta es la tercera vez que hace el viaje. No es que le guste, claro, pero entre que tendría que venir a Barcelona a coger el avión y que se dirige a Lviv, cerca de la frontera polaca, a doce horas de tren desde Kiev, le sale más a cuenta embarcarse en el autocar. “Pero es muy pesaaaado... Ya verás”.
En las próximas horas podré comprobar que las historias de las mujeres y los hombres con los que viajo tienen numerosos puntos en común. Llegaron a España con un visado de turista, y se establecieron en ciudades o pueblos en los que ya vivían familiares o amigos. Los primeros años fueron los más difíciles. Luego, la regularización de 2005 les permitió acceder a contratos de trabajo, y disfrutar de derechos básicos como el de poder viajar.
Las dificultades son ahora para aquellos compatriotas que desean seguir su camino. La concesión de visados turísticos se ha endurecido. De ahí que la afluencia a España de ciudadanos de Ucrania es escasa. Pero continúa.
Algunos ucranios recurren a métodos radicales para salir del país. Svitlana Markova, presidenta del Centro Cultural Ucraniano en Catalunya, cuenta el caso de una mujer que trajo a su hija de 5 años metida dentro de una maleta que facturó como equipaje. O el de un grupo de seis hombres que abandonó Ucrania por las montañas y atravesó media Europa a pie. Sólo dos llegaron a su destino. Markova afirma que los otros cuatro murieron por el camino.
Cerca de la Jonquera, una larga cola de camiones frena nuestro avance. Al cabo de una hora, pasamos por un puesto fronterizo huérfano de tricornios y gendarmes y retomamos la velocidad de crucero. Sobre la medianoche, se apagan las pantallas y se cierran los ojos.

Un nuevo día
Entre cabezada y cabezada he dormido casi siete horas. Hacía ya un buen rato que el autocar iba dando suaves bandazos por la autopista, pero me resistía a acabarme de despertar, en un deseo, acaso inconsciente, de acortar camino mediante el sueño. Sin embargo, el deseo de saber dónde estamos y el exceso de luminosidad me obligan a incorporarme.
Nos encontramos en Italia, en la escarpada y preciosa costa de la Liguria. A pesar de lo sinuoso de la autopista y de que la calzada está húmeda, vamos a una velocidad endiablada. El conductor ya no es el de anoche. Tres personas se turnan al volante. Cada cuatro horas hay cambio de turno. A pesar de mis repetidos intentos por hablar con ellos, resultará imposible saber siquiera cómo se llaman.
Tampoco resultará fácil entablar conversación con el resto de pasajeros. La gente es tan discreta, que incluso los que van juntos raramente se dirigen la palabra. Eso sí, cuando los abordas en solitario son cálidos y afables. Pero las oportunidades para hacerlo sólo se dan cada cuatro horas, cuando nos detenemos. Y las paradas duran entre diez y veinte minutos.
Hay mucho que hacer, en tan poco tiempo. El lavabo del autocar está cerrado, así que cada vez que paramos, la visita al servicio es urgente. Luego hay que procurarse la intendencia, porque uno ignoraba que tuviera que traerse comida para dos días.
A las ocho y media, dirección a Milán, hacemos un alto en una abigarrada estación de servicio tomada al asalto por decenas de escolares y por ejecutivos ansiosos por tomarse un espresso. Conseguimos hacer todo lo que teníamos previsto, y aún nos da tiempo para hablar con Vitaliy Trybuch, un joven de 30 años con el pelo cortado al uno que trabaja en Palau de Plegamans de soldador. Va a Ucrania para hacer unos trámites. De este modo, cuando regrese a Palau podrá casarse con su novia rusa, que automáticamente verá regularizada su situación.
La siguiente parada será a eso del mediodía, cerca de Udine. Allí conoceré a Olga Sizon, de 55 años. Es bajita y gruesa, de ojos vivarachos y el cuerpo aún lleno de energía. Después de trabajar toda la vida para un régimen igualitario, a la hora del retiro se encontró con una pensión de a penas 25 dólares, que le daba para pagar el piso o la comida, no para ambas cosas.
Olga decidió marcharse y, siguiendo los pasos de una amiga, llegó a Girona. Allí cuidó a una anciana de 90 años, hasta que se murió, luego repitió experiencia en Palamós y ahora vive en València, ocupándose de “una señora de 73 años a la que sus dos hijos no pueden cuidar”. En cuatro años, su situación ha mejorado de forma notable. Tiene un sueldo de 800 euros, contrato y Seguridad Social.
Ya con su permiso de trabajo, Olga regresa por primera vez a Ucrania en cuatro años. Allí podrá abrazar a sus nietos, que tienen 15 y 7 años, y al pequeño, al que sólo ha visto una vez.
-¿Les lleva muchos regalos?
¡Claro! Llevo cuatro... kilos de equipaje.
-¿Cuarenta kilos?
No. Cuatrocientos.
Sí, he oído bien. El cargamento de Olga incluye ropa, comida e incluso cinco microondas. Sale más barato comprarlos en España, argumenta, aunque tenga que pagar un euro por cada kilo de exceso de equipaje. Sus familiares ya la están esperando en Kiev con una furgoneta.
Abandonamos las llanuras de Italia y apuntamos hacia el norte. Los Alpes Julianos se alzan imponentes delante nuestro. La autopista se dirige hacia un estrecho valle que penetra en la cordillera alpina entre laderas escarpadas, bosques de abetos y cumbres de nieves eternas. Un señor con bigotito toma unas imágenes con una cámara de video mientras dos chicas fotografían el paisaje con sus teléfonos móviles.
A las dos y cuarto entramos en Austria y, ahora sí, el conductor respeta de forma escrupulosa el límite de velocidad.
Las pantallas se iluminan de nuevo. Hace un rato veíamos una película sobre la guerra de Chechenia que mostraba a unos soldados rusos que luchaban contra musulmanes con aspecto de Bin Laden. Lo mismo hacían los cosacos en el siglo XVI. Ucrania significa el límite de la civilización. Allí, en la frontera, vivían esos hombres, con el encargo de luchar sin tregua contra los musulmanes del Janato de Crimea y del imperio otomano.
Ahora el vídeo nos muestra a un señor vestido de cosaco que explica chistes y canta canciones nostálgicas. En las caras de las personas que me rodean se aprecia una sensación de bienestar y seguridad al oírle. Ese hombre, sin duda una figura en su país, representa un retorno a casa anticipado.
Olga tiene claro que sólo vuelve a Ucrania de vacaciones. El país sigue en manos de las mafias, denuncia, de los de siempre. Piensa regresar a València, aunque el viaje de vuelta sea duro, aunque se haga mucho más largo que el actual.
Cinco de la tarde. Quinta parada, en algún lugar de Austria. Mi interlocutor es el señor de la cámara de vídeo. Se llama Yaroslav Trach, y tiene 47 años. Vive en Barcelona, y trabaja de lampista. Afirma que “España tiene corazón, no como Alemania o Francia, que son muy rígidos con los extranjeros”. El hombre está tan agradecido a su tierra de adopción que incluso guarda un buen recuerdo de los tres primeros años que pasó sin papeles, trabajando doce horas al día a cambio de treinta euros.
Y vuelta al autobús. Van ya dieciocho horas. Por delante quedan... veintiocho horas más. El viaje se hace largo. Sólo las periódicas paradas rompen por unos minutos la monotonía de nuestro avance, trazando una línea horizontal, siempre en dirección este, sobre el mapa de la vieja Europa.
Ya lo decía Ivana: “el viaje es muy pesaaaado”. Y más que lo debe ser para los que vienen de Murcia, que tienen que sumar once horas a las 46 que hay previstas para ir de Barcelona a Kiev. Pero nadie se queja. Todo el mundo lo lleva con una resignación pasmosa. La resignación de quien ha vivido momentos mucho más difíciles. La resignación de un pueblo que desde 1991 disfruta del periodo de independencia más largo que jamás ha tenido, que siempre fue dominado por sus poderosos vecinos, que sufrió guerras, deportaciones masivas, hambrunas que mataron a millones de campesinos o purgas que eliminaron a centenares de miles de personas.
A las seis y media pasamos por Viena, una hora más tarde llegamos a Hungría, y, a las nueve, tras 24 horas de viaje, dejamos atrás Budapest.
Uno tras otro vamos cayendo dormidos. Cada cual se acomoda en su asiento como puede. Unos pocos llevamos cojín y algunos incluso una manta.
Sobre la una de la madrugada, el sonido del motor al cambiar de marcha me anuncia alguna novedad. Al abrir los ojos descubro que hemos dejado la autopista y que pasamos por pueblos pequeños. Debemos estar cerca de los Cárpatos, detrás de los cuales se extiende Ucrania. La sensación de lejanía es ahora grande.
Llegamos a la frontera. Las luces del interior del autocar se encienden y, con la ayuda de dos mujeres, relleno un minúsculo papel con mis datos personales. Junto a la carretera, un cartel escrito en alfabetos cirílico y latino nos anuncia la inminencia de nuestro destino: “U-kra-í-na”, leen en voz alta, muy alta para los estándares ucranios, dos voces al unísono.
Una funcionaria con cara de sueño manda abrir el maletero y, armada con una linterna, señala los bultos más gordos. Pertenecen a Olga, quien, nada más abrirlos, recibe la orden de que ya los puede cerrar.
Nos devuelven los pasaportes y nos vamos. En mis compañeros de viaje se ha operado un sorprendente cambio de ánimo. Nada más cruzar la frontera, han perdido la timidez. Un chico que ha permanecido más de la mitad del trayecto conectado a unos auriculares, responde a una pregunta que le hacía a Yaroslav, que acaba de abrir una lata de San Miguel.
-¿Le gusta Ucrania? -pregunta Ivana desde el asiento 29, con evidente sentido del humor.
Mujer, espere a que salga el sol...
-¡Cuándo vuelve a Barcelona? ¡Mañaaaana! –se horroriza- Entonces no verá nada... Tendría que quedarse hasta el día 9, que es el Día de la Victoria (fecha en la que la URSS derrotó a la Alemania nazi). Mire, si quiere conocer a los ucranios, tiene que coger una buena borrachera.
Bueno –interviene la mujer que tengo sentada delante-; los rusos beben más que nosotros.
La bebida forma parte de la cultura ucrania. La tradición cuenta que los habitantes del país rechazaron el Islam porque prohibía beber alcohol, y que rechazaron el judaísmo por todas las restricciones que imponía.
Pasan ya de las dos de la madrugada, y la emoción por haber pisado suelo ucranio impide pegar ojo a la mayoría. Desde el asiento trasero, Yaroslav se lamenta de que la oscuridad me impida ver los pueblos por los que pasamos. “Ucrania fue el granero de Europa, pero ahora todo está abandonado. La mitad de las tierras están sin cultivar y los jóvenes se marchan. Las máquinas son viejas, no hay coches ni dinero para comprar gasoil... Yo, cuando lo veo...”. Yaroslav se pone una mano en el pecho, y con el dedo dibuja dos lágrimas que le bajan de los ojos.
Un chico que intenta dormir pide silencio, y Yaroslav se acerca a mi oído para contarme que su madre vivía en un koljoz, y que cuando esta propiedad agraria comunal se dividió, le correspondieron dos hectáreas de terreno que su familia no puede trabajar.
A las seis y media de la mañana, el sol ha salido ya, y comienzo a comprobar todo lo que Yaroslav me anticipaba: Los pueblos parecen pequeños Chernóbil abandonados. Sólo se ven ancianos, mientras que los campos están incultos y en muchos de los que se trabaja imperan las herramientas manuales y los arados de tracción animal. Se ven pocos coches, y en su mayor parte con más de veinte años a cuestas.
“Es todo viejo”, refrenda Yaroslav al verme despierto. “No ha cambiado nada en cuatro años”, coincide Olga, con la tristeza reflejada en el rostro.
A las ocho llegamos a la estación de autobuses de Lviv. Yaroslav se apea del vehículo y corre a abrazarse, de forma tan sentida como breve, a su hijo. Ivana y otra docena de pasajeros cargan sus maletas en viejos Lada y desaparecen.
A la salida de la ciudad, hacemos un breve alto. En el bar, Vitaliy se pide un vodka. Yo, un café con leche, que no me pueden servir por falta de leche. Olga insiste en que coma algo, y pide para mí un bocadillo. Su desazón es grande cuando me sirven una rebanada de pan con una rodaja de tomate, un pedacito de carne y otro de pepinillo. Soy su huésped, y se siente obligada a disculparse por “la mala calidad” del local.
De vuelta al autocar, Olga me ofrece costilla de cerdo, pan con cereales y una manzana. Le digo que todavía me quedaba algo que llevarme al estómago, pero ella insiste -“¡come!”- y acepto encantado el ofrecimiento.
Pasamos por la ciudad de Rivne. Faltan poco más de 300 kilómetros para Kiev, pero no llegaremos antes de cinco horas. Podemos estar contentos, de todas formas, porque llevamos cuatro horas de adelanto sobre el horario previsto. Y hasta el momento, el viaje ha sido sin sobresaltos. En 39 horas hemos cruzado más de media Europa.
A Igor Yuznetzov, de 28 años, le gusta viajar en autocar. Vive en Sevilla, y su periplo comenzó el pasado viernes. Invirtió un día en ir hasta Barcelona, donde pasó el fin de semana con unos amigos, y su destino final es doscientos kilómetros más allá de Kiev. Igor, que es ruso y que no se identifica con el nacionalismo ucranio, acusa a los políticos de querer enfrentar a las dos comunidades, y añora los tiempos de una Unión Soviética que no vivió. “Antes éramos un país y no había enfrentamientos. Ahora somos quince y cada cual va a la suya”, se lamenta en un exótico castellano, que mezcla el acento eslavo con el andaluz.
Hace unas horas, Yaroslav me decía que no le gustaba la Feria de Abril de Catalunya, y lo mismo cuenta Igor de la feria de Sevilla. Tanto alboroto, tanto jaleo, no van con su carácter. Prefieren estar rodeados sólo de la gente a la que quieren.
Olga ya tiene preparado su banquete particular. Cuando llegue a Kiev, celebrará el reencuentro con los víveres que guarda en el maletero. Ahí van jamones, longanizas, aceitunas de todo tipo y quesos, además de un surtido de bebidas que incluye vino, cava, moscatel, coñac y whisky. Será su fiesta de reencuentro, y espera reunir a setenta personas. Por un día, contratará a tres personas para que cocinen y sirvan, mientras ella se dedica a disfrutar.
De conversación en conversación, estamos ya a punto de llegar a Kiev. ¿Tienes hotel? ¿Dónde cambiarás dinero? ¿Y el billete de avión?, me preguntan las personas con las que he compartido 42 horas de tedio y cansancio, películas rusas y contención de ácido úrico.
La capital de Ucrania se parece poco a la parte occidental del país. Aquí las carreteras están en perfecto estado y hay tiendas nuevas y relucientes, pero también camioneros que vienen a vender cargamentos de ladrillos, piedras o leña.
El autocar se detiene junto a un gran parque, y como ha sucedido varias veces desde que cruzamos la frontera, sólo los conductores bajan. Abren el maletero y le dan dos pequeñas bolsas a un anciano de pelo cano que nos esperaba. Una vez cumplimentada la entrega, el hombre desaparece a paso lento con los paquetes que le envía el ser querido ausente.
A las cuatro en punto hora local (una hora menos en España), llegamos a nuestro destino. Los familiares de Olga y la furgoneta no han llegado todavía, y los conductores se niegan a descargar sus 400 kilos de equipaje. Le dicen que espere cinco horas. Ella se resigna. Al fin y al cabo, ¿qué son cinco horas después de cuatro años de alejamiento?



“Furgonetas-patera” realizan el viaje por 120 euros
Además de los servicios regulares de transporte de pasajeros, operan de forma ilegal furgonetas con matrícula ucrania que, sin ningún tipo de control, acometen el largo viaje entre la república exsoviética y España. Los vehículos carecen de tacómetro, por lo que resulta imposible evitar que los conductores que van a bordo estén al volante durante largas jornadas. Los ucranios que se atreven a embarcarse en uno de estos vehículos-patera pagan 120 euros por trayecto.

Más de 20.000 ucranios en Catalunya
En Catalunya viven entre 20.000 y 25.000 ucranios, con permiso de residencia o sin él, según cálculos del consulado de Ucrania en Barcelona. Esta cifra aumenta hasta las 80.000 personas si se incluyen los que viven en Murcia, València e Illes Balears. El cónsul Yuriy Klymenko explica que se trata de estimaciones, puesto que los ucranios no tienen la obligación de inscribirse en el consulado de su país. La presidenta del Centro Cultural Ucranio en Catalunya, Svitlana Markova, afirma que, aunque no dispone de datos, las cifras reales son superiores.

Alsa, de Asturias a la conquista del mundo
La centenaria compañía asturiana Alsa (Automóviles Luarca SA, propiedad de la familia Cosmen desde hace ocho generaciones) es la principal sociedad dedicada al transporte de pasajeros por carretera del país, y una de las punteras en el mundo. En España cuenta con 2.700 trabajadores y con una flota de 1.295 vehículos, que realizan cada año 189 millones de kilómetros. También está introducida en Chile, Marruecos y, desde 1984, China, donde atiende 436 destinos. Desde 2005 participa en la británica National Express, líder en autobuses y trenes en el Reino Unido. En 2004, Alsa facturó 401 millones de euros.

dilluns, 18 de febrer del 2013

10 exploradors que han fet història

Publicat al diari Ara el 17 de febrer del 2013
Els primers exploradors trigaven dècades a completar els viatges de descoberta als confins de la Terra. Gràcies als avenços tecnològics, els actuals fan les seves gestes en pocs dies. Uns i altres van arribar allà on ningú havia estat mai abans, o almenys així van ser valorats en el seu moment
MARCO POLO (1254-1324). En un viatge de 24 anys, va arribar fins a la Xina
El mercader venecià va fer un viatge de 24 anys pel centre de l'Àsia i la Xina durant el qual va tenir una relació molt estreta amb el poderós emperador mongol Kublai Khan. Marco Polo no era el primer europeu a recórrer la Ruta de la Seda. Molts altres mercaders abans s'havien jugat el tipus en un recorregut de milers de quilòmetres i ple de perills. Però ningú més va deixar constància escrita del seu periple, segurament per evitar la competència: un dels productes més preuats que transportaven les caravanes era la mirra, que es pagava al mateix preu que l'or.
De tota manera, l'aventura asiàtica de Marco Polo no va tenir només motivacions econòmiques. El venecià, acompanyat del seu pare i del seu oncle, feia també de missatger i ambaixador vaticà: duia una carta que el papa de Roma adreçava a Kublai Khan en què li oferia una aliança per frenar l'expansió de l'islam.
Marco Polo i el relat del seu viatge, recollit per Rustichello de Pisa al Llibre de les meravelles del món, ens descobreix uns països que fa set segles eren totalment ignots i que els segles següents inspirarien nombrosos viatgers, inclòs Cristòfor Colom.
RUY GONZÁLEZ DE CLAVIJO (s. XIV - 1412). Ambaixador de Castella davant de l'emperador mongol
Els testimonis dels pocs viatgers que arribaven de l'Orient van crear en l'Europa medieval un imaginari que situava a l'Est un jardí de l'Edèn ple de luxe i exuberància. Per això els reis i emperadors miraven de tenir bones relacions amb els seus governants. El 1403, Enric III de Castella va enviar una ambaixada a l'Orient Llunyà per establir contacte amb el conqueridor Tamerlà, que ambicionava restaurar l'imperi de Genguis Khan. Ruy González de Clavijo va aconseguir arribar fins a Samarcanda i tornar-ne viu: cap altre ambaixador no ho havia aconseguit abans.
L'intent d'Enric III d'aliar-se amb els mongols contra els turcs es va frustrar per la inesperada mort de Tamerlà quan es disposava a envair la Xina. Tot i això, la crònica d'aquell viatge es convertiria en un testimoni únic de la fastuosa vida a la cort de l'ambiciós mongol. En el text que va escriure al seu rei, Clavijo descriu Samarcanda com una ciutat més gran que Sevilla, en la qual tots els carrers tenien aigua corrent, i la majoria de cases, jardí. Tamerlà el va rebre en una tenda de seda guarnida amb un arbre de plata del qual penjaven robins, maragdes, turqueses, safirs, perles i ocells d'or. El mite d'Orient no parava de créixer.
IBN BATTUTA (1304-1368/69). El Marco Polo àrab
Força menys conegut que el venecià, el tangerí Ibn Battuta ha estat considerat el Marco Polo àrab. Ibn Battuta va sortir de Tànger tot sol el 1325 amb l'única intenció de complir el deure musulmà de pelegrinar a la Meca. Però acabaria fent un viatge de 24 anys i 120.000 quilòmetres de recorregut. Va tenir temps de visitar tres vegades la Meca, passar per Aràbia, Egipte, Palestina, Síria, l'Iraq, el Kurdistan, Anatòlia i Constantinoble. Va arribar fins a la vall de l'Indo, va viure deu anys a l'Índia i les illes Maldives, on va exercir de jutge, va seguir per Ceilan i Bengala, fins a arribar a la Xina. El 1347 va decidir tornar a Tànger, on arribaria dos anys més tard.
El granadí Ibn Yuzayy va deixar constància escrita del periple de Battuta en un llibre ple de descripcions dels llocs per on va passar. Com a exemple, l'any 1326 va tenir el privilegi de veure encara en peu el mític far d'Alexandria, construït per Ptolemeu quinze segles abans. Dues dècades més tard, quan torna a passar per la ciutat del delta del Nil, la torre, de més de cent metres d'altura i considerada una de les set meravelles del món clàssic, havia estat devastada per un terratrèmol.
ZHENG HE (1371-1433). Una flota xinesa de 300 vaixells explora l'Índic
Molt abans que Colom desembarqués a Amèrica, una immensa flota naval capitanejada per l'almirall xinès Zheng He va explorar de manera sistemàtica l'oceà Índic i, segons algunes hipòtesis, va arribar al continent americà i a Austràlia. Les set expedicions de Zheng He són una excepció en la història del país que va inventar la brúixola. La Xina trenca el seu habitual aïllament i expandeix l'àrea d'influència molt més enllà de les seves fronteres naturals.
Les flotes de Zheng He tenien fins a 300 vaixells que arribaven a doblar les dimensions de La PintaLa Niña i La Santa María. Hi havia embarcacions especialitzades en el transport de cavalls, càrrega, aigua i tropes, mentre que la resta eren naus de guerra o patrulleres.
Però a diferència de les expedicions europees a partir del segle XVI, les xineses van entrar poc en combat. Les tripulacions es dedicaven sobretot a recollir ambaixadors dels països que visitaven i a establir-hi relacions comercials, així com a la recol·lecció de plantes i animals. L'arribada de les primeres girafes a la Xina va crear estupefacció: la gent creia que eren animals mitològics. Però els viatges van resultar ruïnosos. Poc després de la mort de Zheng He, la Xina es va tornar a tancar.
JAMES COOK (1728-1779). La Gran Bretanya aconsegueix el domini dels mars
El gran explorador britànic simbolitza el canvi en el control dels mars: de mans d'Espanya i de Portugal cap a l'emergent Regne Unit. James Cook explora el planeta a la recerca de terres encara no explotades per potències europees. Va recórrer la costa est d'Austràlia, Nova Zelanda, Hawaii i Terranova. Però els seus mèrits van molt més enllà de l'establiment de colònies. A bord de l' Endeavour i del Resolution, va introduir l'ús del cronòmetre per determinar la longitud on era un vaixell i va desenvolupar una intensa activitat científica.
Els viatges de Cook van permetre determinar que la Terra Australis no existia o bé queia en latituds polars. Fins a aquell moment, els cartògrafs sostenien que el mític continent havia de ser el contrapès necessari per compensar la gran massa de terra emergida que hi havia a l'hemisferi nord. Cook també va demostrar que el consum de cítrics reduïa de manera dràstica el risc de patir escorbut. I també arran dels seus viatges va arribar la paraula cangur a Europa: "gangaru", repetien els aborígens als anglesos per dir-los que no els entenien. I kangaroo és el nom que els anglosaxons van posar a l'immens marsupial.
Cook va fer tres grans viatges d'exploració. En el tercer, mentre buscava un pas entre l'Atlàntic i el Pacífic, va trobar les illes Hawaii, on acabaria morint a mans dels indígenes, que el van devorar.
ALÍ BEI (1766/1767-1818). El primer europeu que va pelegrinar a la Meca
El català Domènec Badia i Leblich va ser un espia al servei dels reis Carles IV d'Espanya i Lluís XVIII de França. Es va fer la circumcisió, es va convertir a l'islam i el 1803 va emprendre un viatge de cinc anys pels països àrabs. Rebatejat com a Alí Bei l'Abbassí i amb una identitat falsa que el convertia en descendent del profeta, Badia va pelegrinar a la Meca, cosa que el va convertir en el primer europeu conegut que visitava la ciutat on va néixer Mahoma.
Alí Bei es va passejar pels països musulmans vestit amb una gel·laba mentre anotava tot el que li cridava l'atenció sobre la fauna exòtica, la flora, els accidents geogràfics, les ciutats, l'astronomia i les societats locals. Va tenir ocasió de conèixer l'escriptor romàntic Chateaubriand, i el llibre que va escriure en tornar a Europa, en francès, va ser tot un èxit: inclou una de les millors descripcions del Marroc de l'època, de Palestina i Egipte. Dos exploradors de la talla de Richard Francis Burton i Von Humboldt es van declarar admiradors seus.
Com a espia, Alí Bei va fracassar. No va aconseguir que Espanya incrementés la seva presència al nord de l'Àfrica i al Pròxim Orient ni fer seu el govern del Marroc, com pretenia. El polifacètic barceloní va morir a Damasc el 1818 en el seu segon viatge a Orient.
DR. LIVINGSTONE (1813-1873). "El doctor Livingstone, suposo?"
Se'l recorda per una frase, però va ser molt més. Metge i missioner, David Livingstone va ser un dels descobridors de l'interior de l'Àfrica. Va explorar Botswana (molt abans que el rei Joan Carles hi anés a caçar elefants) i el riu Zambezi, va travessar el desert de Kalahari en condicions penoses, va descobrir les fonts del riu Congo -ell va creure que era el naixement del Nil- i unes cascades que va batejar amb el nom de la reina Victòria.
Les seves bones intencions -eradicar l'esclavatge i establir relacions amistoses amb els indígenes- van tenir conseqüències imprevistes per a ell. Va ser rebut i premiat per la reina, els seus articles i conferències van despertar la curiositat pel continent africà i es va iniciar la carrera per la colonització.
Convertit en una celebritat, Livingstone va rebre l'encàrrec d'explorar els llacs Nyasa i Tanganika. Després d'anys de no tenir cap notícia seva, dos diaris van confiar a Henry Stanley una expedició de recerca. Stanley va descobrir que Livingstone no s'havia perdut. Duia una vida plàcida a la ciutat d'Ujiji. És per això que la trobada amb Stanley va ser tan formal ("El doctor Livingstone, suposo?").
A partir d'aquí, els seus camins se separen. El famós doctor moriria un any més tard en un poblat de Zàmbia. El seu cos va ser enterrat a l'abadia de Westminster; el seu cor, a l'Àfrica.
ROALD AMUNDSEN (1872-1928)
1897-1928      L'ambició de ser el primer conquereix el pol sud
L'èxit sovint és per a una única persona, però un home sol difícilment hauria assolit el seu objectiu sense els fracassos dels que el van precedir i sense una competència aferrissada. El noruec Amundsen va aprendre els secrets de les regions polars del seu compatriota i amic Fridtjof Nansen, que es va quedar a les portes del pol nord. Anys més tard va dirigir la primera expedició que navegava pel pas del Nord-oest, entre l'Atlàntic i el Pacífic, i el 1908, quan es preparava per conquerir el pol nord, va saber que un nord-americà assegurava haver-hi arribat.
Amb un sentit pràctic prodigiós, Amundsen va canviar de plans i, sense dir res a ningú, va dirigir el vaixell cap al sud. A l'Antàrtida va coincidir amb l'expedició del britànic Scott. En termes futbolístics, la cursa cap al punt més meridional del planeta va tenir un guanyador inapel·lable (Amundsen va arribar 34 dies abans que Scott) i un final tràgic: la mort per fam i fred dels integrants de l'equip britànic.
El resultat de les dues expedicions va deixar, per a futurs exploradors, dues lliçons: els gossos eren més apropiats que els poneis per moure's per les regions polars i les robes fetes amb pells de foca eren les millors de l'època per combatre el fred extrem.

EDMUND HILLARY (1919-2008)
1951-1985      Everest, la conquesta de ll'últim lloc de la Terra
La conquesta de l'Everest, el 1953, era l'última gran fita que a l'ésser humà li restava per assolir. La gesta del neozelandès Edmund Hillary i del sherpa Tenzing Norgay va ser tota una conquesta en el sentit més clàssic de l'exploració: esforç i patiment per arribar allà on mai ningú havia estat mai.
Com la majoria d'exploradors, Hillary va descobrir de molt jove el seu interès pels reptes. Va començar a escolpir el cos en les caminades de dues hores que feia cada dia, descalç, per anar a l'escola i intentant acontentar un pare intransigent i un professor de gimnàstica. Als 16 anys es va interessar per l'escalada i, després d'haver fet els principals cims del seu país i dels Alps, als 34 va formar part d'una expedició fracassada a l'Everest. Un equip britànic es va fixar en ell i dos anys més tard, el neozelandès i Norgay arribaven al punt més alt del planeta. "No hem conquerit la muntanya -va reconèixer amb tota humilitat-; ha estat ella que s'ha inclinat".
Hillary va rebutjar premis i mencions, i va dedicar els 55 anys que li restaven de vida a noves gestes per cims, pols i rius. Hauria pogut viure de rendes fins a la vellesa, però va preferir treballar per millorar les condicions de vida dels sherpes i del Nepal.

STEVE FOSSETT (1944-2007)
1985-2007      L'homè dels rècords va solcar cels i oceans
La Terra se'ns ha quedat petita. Sense terres ignotes per descobrir, la imaginativa ment humana inventa aparells que li permetin solcar el cel i els oceans a la màxima velocitat. Un dels màxims representants d'aquests esperits intrèpids és el nord-americà Steve Fossett. Va aconseguir 116 rècords del món en vaixell, avió, planejador i globus, la meitat dels quals encara segueixen vigents.
Fossett es va fer milionari a la borsa de Chicago i als 37 anys va deixar els negocis per convertir-se en l'home que tenia el rècord del món de rècords del món. El 2002 es va convertir en el primer home que aconseguia fer realitat el somni de fer la volta al món en globus, en solitari i sense escales, el 2004 va ser el primer a fer la volta al món per mar sense escales a bord d'un catamarà i el 2005 va ser el primer a fer la volta al món en aeroplà, també en solitari i sense escales.
Fossett, que deia que es dedicava a l'exploració per plaer, va desaparèixer el 2007 quan sobrevolava el desert de Nevada. Igual que Zheng He, Cook, Ali Bei, Livingstone i Amundsen, va morir mentre feia allò que més li agradava.

Dones intrèpides en lluita contra els prejudicis
L'exploració i descoberta del món ha estat un territori vedat per a les dones. Només unes poques dames van gosar anar contra la corrent i, enfrontant-se als prejudicis i la moral imperants, van endinsar-se en territoris desconeguts.
Per a la periodista i viatgera Cristina Morató, les més grans exploradores van ser dues espanyoles que van seguir el rumb de Colom: Isabel Barreto i Mencía Calderón. "Barreto va ser la primera i única almirant de l'Armada. El 1595 va liderar l'expedició més llarga d'aquella època a través del Pacífic a la recerca de les illes Salomó. Tot i que el seu nom avui no diu res, la seva gesta va estar a l'altura de les de Magallanes i Orellana".
Mencía Calderón va liderar una expedició "èpica" formada per 50 dones que, a mitjans del segle XVI, va recórrer 1.600 quilòmetres de selves, rius i muntanyes fins arribar a Asunción (Paraguai). Un cop al seu destí i després de sis anys de viatge, van poder complir amb l'ordre reial de contribuir al "millorament de la sang" local.
Autora de llibres com "Viajeras intrépidas y aventureras", "Las reinas de Africa", "Las damas de Oriente" o "Cautiva en Arabia", Morató explica que dames audaces com Ida Pfeiffer, Mary Kingsley o Isabella Bird van fer els primers estudis de camp entre tribus desconegudes, van aixecar mapes i van recollir espècies per als museus més importants. "Ho van fer sense el suport ni el finançament de les grans societats geogràfiques, que els van donar l'esquena", subratlla.
Pel fet de ser dones, aquelles "valentes" van topar amb els perjudicis socials. "En aquella Anglaterra victoriana -reflexiona Morató-, una dona que viajava sola era titllada de boja, excèntrica i immoral. Es creia que el contacte amb els nadius salvatges corrompia la puresa de les seves ànimes". Però van aconseguir el que volien, demostrant que, "amb valor, determinació i una força de voluntat indestructible, fins i tot una tranquil·la mestressa de casa o una soltera puritana podia convertir-se en una gran exploradora".

dimecres, 30 de gener del 2013

Rabat, la joia secreta del Marroc

Publicat al diari Ara el 27 de gener del 2013

Els viatgers que visiten el Marroc solen incloure en la seva ruta les ciutats imperials de Marràqueix, Fes i Meknès. Atrets per l'exotisme dels seus socs plens d'olors, venedors de catifes i artesans, els visitants solen renunciar a conèixer la ciutat que és, en aparença, més convencional: Rabat. El cert és que, darrere de les avingudes traçades pels urbanistes francesos durant l'era colonial i el seu aspecte europeu, la capital administrativa del país amaga moltes joies, com ha reconegut la Unesco el 2012, en concedir-li el prestigiós títol de Ciutat Patrimoni de la Humanitat. I un atractiu no precisament menor és el fet que, juntament amb la veïna Salé, Rabat va ser una pròspera república de corsaris durant el segle XVII.
Rabat havia estat colònia fenícia, cartaginesa i romana gràcies a la bondat del seu port i a la proximitat a l'estret de Gibraltar. A mitjans del segle XII un soldà almohade hi va construir un campament fortificat que va servir de base per a les seves incursions a la península Ibèrica i el 1198 el seu nét tenia plans per construir-hi una gran ciutat encerclada per imponents muralles i amb la mesquita més gran del Magrib. Però els plans, mesquita inclosa, es van quedar a mitges i el 1260 Alfons X de Castella la va destruir.
La prosperitat arribaria amb els moriscos expulsats d'Espanya. A partir del 1610 s'instal·len a l'antiga fortalesa dels Udaia 3.000 persones provinents del poble extremeny d'Hornachos. Al llarg dels anys següents ho faran unes 10.000 més procedents de Sevilla, Cadis i altres municipis d'Andalusia. Els primers havien fugit voluntàriament i havien pogut conservar una part dels seus béns. Els andalusos, en canvi, ho havien perdut tot.
Amb set de venjança contra aquells que els havien espoliat, extremenys i andalusos armarien una flota que durant més d'un segle assetjaria els vaixells espanyols i portuguesos que tornaven d'Amèrica carregats de mercaderies i, segons la historiadora Beatriz Alonso Acero, arribarien fins a les costes d'Irlanda i Islàndia.

Armadors i tripulants
Els moriscos van aprendre navegació oceànica de mariners flamencs, els mateixos que els ensenyarien a bastir naus capaces de superar la barra de la desembocadura del riu Bu-Regreg. Els hornacheros es convertirien en armadors. Els andalusos esdevindrien tripulants. Per la seva banda, els capitans serien tunisians, algerians i holandesos i anglesos renegats, és a dir, que s'havien convertit a l'islam.
La feina dels corsaris consistia a abordar naus per segrestar el màxim nombre de persones, amb la finalitat de demanar-ne després un rescat o vendre-les com a esclaves, mentre que els productes es revenien al millor postor, sovint als mateixos europeus. El negoci era rodó. Marroquins de l'interior baixaven a la ciutat per aprendre el nou ofici, i Rabat (llavors coneguda com a Salé la Nova) i Salé, a l'altra banda del riu Bou Regreg, van fundar el 1627 una república independent, l'anomenada República de les Dues Ribes o del Bou Regreg, que no tenia res a envejar a les illes de pirates del Carib que la literatura i el cinema s'encarregarien de mitificar segles més tard.
El port de la república corsària era inexpugnable. Era dins de la desembocadura del Bou Regreg, defensat, des de l'altra banda del riu, per una fortificació situada en un penya-segat i dins de les mateixes muralles de la ciutat de Salé. La República estava governada per un consell format per dotze membres d'origen extremeny i en el qual hi tenia veu i vot l'almirall de la flota, un càrrec que solia recaure en un capità estranger. Per mantenir la seva independència, en un primer moment Rabat-Salé van buscar la protecció d'Holanda i d'Anglaterra, però, davant la pressió dels cabdills locals, van acabar demanant al rei espanyol Felip IV que els deixés tornar a Hornachos. No van aconseguir exactament el que volien, però sí la protecció del monarca, que els enviava subministraments i que considerava simple comerç la seva activitat.
Una rivalitat que perdura
Mentrestant, els andalusos van fer un cop de força i es van apoderar del barri fortificat on vivien els hornacheros, cosa que els va obligar a instal·lar-se a Salé. D'aquesta manera naixia una fortíssima rivalitat entre les dues ciutats veïnes que encara perdura. Amb el pas del temps, els moriscos andalusos es constituirien en l'aristocràcia de Rabat, on encara avui es troben les seves traces i nombrosos cognoms (Alonzo, Argazino, Vargas -actualment Bargach-, Cerón, Zamorero...) que recorden els seus orígens.
Pel que fa a la República, tenia els dies comptats. El 1666 va quedar sota l'òrbita de la dinastia alauita, la mateixa que governa actualment el país, i l'activitat corsària s'extingiria definitivament el 1755, quan un terratrèmol, el mateix que destruiria Lisboa, desviaria el curs del riu i negaria de sorra el port de Salé.
La ciutat va ser reconeguda com a Patrimoni de la Humanitat per la Unesco el 2012, el mateix any que celebrava el centenari com a capital del Marroc. El reconeixement destaca l'autenticitat i la simbiosi entre ciutat moderna i tradicional del seu casc urbà. Oberta a l'oceà i amb un clima molt més semblant al de Barcelona que al de Marràqueix o Fes, Rabat combina arquitectura clàssica, islàmica, morisca i europea.
En certa manera, es pot dir que es tracta de dues ciutats en una de sola. D'una banda, hi ha la ciutat nova, d'edificis blancs, carrers amples i zones enjardinades que es va bastir als anys trenta del segle XX sota el protectorat francès. De l'altra, hi ha la ciutat musulmana orgullosa de les seves arrels i de la seva sang barrejada.
Rabat és una ciutat agradable que convida a passejar. La cèntrica avinguda Mohamed V enllaça la ciutat nova amb una medina encerclada de muralles dels segles XII i XVII. Al seu interior hi ha la típica barreja comercial i humana tan pròpia de tots els centres històrics marroquins. En els seus comerços s'hi poden comprar des de babutxes gegants del FC Barcalona [sic], fins a antiguitats, catifes i altres objectes d'artesania que s'ofereixen al visitant al carrer dels Consuls.

La casba dels Udaies
L'eix comercial condueix a l'històrica casba dels Udaies, on vivien elshornacheros. Després de visitar el Jardí Andalús, el Cafè Moro ofereix un privilegiat balcó des d'on contemplar la desembocadura del riu i la immensitat de Salé, que s'expandeix cap al nord.
Des d'allà no costa gaire d'arribar a la inacabada torre Hassan (segle XII i del mateix estil que la Giralda de Sevilla), que presideix la desembocadura del riu, al mausoleu on estan enterrats Mohamed V i Hassan II i, una mica més lluny, a la preciosa necròpolis de Chellah, la Sala Colonia romana que donaria nom a l'actual vila de Salé i de les quals es conserven algunes restes.
A l'altra banda del riu hi ha l'oblidada Salé. Convertida en ciutat dormitori, el nucli urbà que va arribar a ser república independent rep, avui, poquíssim turisme. De fet, fins al 1957 no va estar connectada a Rabat mitjançant un pont.
Per arribar-hi haurem d'agafar el modern tramvia metropolità que va entrar en servei l'any 2011. L'excursió ens permetrà veure les imponents muralles de defensa, la gran mesquita (edificada el segle XII) i la perfectament conservada i menuda escola corànica (segle XIV) d'una ciutat que va ser el principal port d'intercanvi entre el Marroc i Europa i que a partir del 1912 va quedar eclipsada per l'orgullosa, i avui molt poblada, Rabat. Inconvenients de no haver estat escollida com a capital.


diumenge, 13 de gener del 2013

De la brúixola al GPS

Publicat al diari Ara el 13 de gener del 2013

Sarah Palin pensava que l'Àfrica era un país i Nixon que Mauritània era illa Maurici. Ken Jennings repassa en el llibre 'Un mapa al cap' la història de la cartografia i les anècdotes dels que no saben orientar-se.
La ignorància del conjunt de la població nord-americana sobre temes relacionats amb la geografia és utilitzada pels millors còmics del país per expressar estupidesa. Als annals de les pífies monumentals hi figuren amb lletres d'or Marilyn Monroe, que a la pel·lícula Els senyors les prefereixen rosses deia que volia visitar "Europa, a França", i la candidata a la vicepresidència Sarah Palin, que creia que l'Àfrica era un país. El 1970, el president Nixon va mantenir una entrevista amb el primer ministre de l'illa Maurici convençut que qui tenia al davant era el líder de Mauritània. Nixon no entenia que el seu interlocutor s'entestés a parlar de l'estació de seguiment espacial que els Estats Units té en aquell país tropical i rebutgés la cooperació en agricultura de secà que ell li oferia. Fins que, encara convençut que parlava amb el president d'un país que acabava de trencar relacions diplomàtiques amb els Estats Units, Nixon li va passar una nota al secretari d'Estat en què li preguntava: "Per què diantre tenim una estació de seguiment espacial en un país amb qui hem trencat relacions?"
Ken Jennings compila un munt d'exemples sobre l'especial relació que els nord-americans tenen amb la geografia en el llibre Un mapa en la cabeza(Ariel). Mirant de trobar respostes, l'autor explica que els ciutadans dels EUA són dolents en aquest camp per les grans dimensions del país i perquè l'aïllament era quasi una declaració de principis en el moment de la fundació dels Estats Units: els primers colons pretenien desconnectar de la resta del món.
L'any 1983, el professor David Helgren, de la Facultat d'Humanitats i Negocis de la Universitat de Miami, va posar un senzill test als seus alumnes. Sobre un mapamundi en blanc, els universitaris havien de situar trenta ciutats i països. La divulgació dels resultats de la prova va ser motiu d'escàndol nacional: més de la meitat ignoraven on són Chicago, Islàndia o el Quebec, i un 43% no sabien situar Londres.
Per tal de contribuir a pal·liar aquell desastre, National Geographic va posar en marxa el 1989 el National Geographic Bee, un concurs dirigit a alumnes de secundària que cada any compta amb milions de participants. Els concursants demostren que tenen uns coneixements de geografia impressionants, segons va poder comprovar Jennings en la celebració de la gran final del 2010. Els 55 finalistes han de ser capaços de respondre correctament a preguntes com "On és Hyesan?" (capital de la província de Yanggang, a Corea del Nord). I tenen converses com aquesta: "Ets de Nova Jersey? Newark és la ciutat més gran de l'estat, 273.000 habitants l'últim cop que ho vaig mirar". A la qual cosa l'altre respon: "El punt més elevat del comtat de Sussex és a 549,5 metres".
Homes i d'origen asiàtic
Després de més de vint edicions, el concurs de National Geographic permet treure algunes conclusions sobre el perfil dels guanyadors: solen viure en llocs petits dels Estats Units, són d'origen asiàtic i homes en una aclaparadora majoria. En l'edició del 2010, de 55 finalistes només n'hi havia dos que no fossin d'origen asiàtic i només hi havia dues noies.
Ken Jennings confirma el tòpic que diu que les dones s'orienten pitjor que els homes, i ho argumenta. "Els homes primitius sortien en expedició a caçar en totes les direccions i sempre havien de poder trobar el camí de tornada a la cova, per la qual cosa van desenvolupar la memòria cinèsica, mentre que les dones recol·lectaven aliments més a prop de casa i van desenvolupar la memòria de localitzar objectes. En poques paraules, els homes es van fer millors a l'hora de trobar llocs, mentre que les dones es van fer millors a l'hora de trobar coses". Per aquest motiu, afirma, la seva dona troba més fàcilment les claus del cotxe per casa i ell se'n surt millor amb els mapes.
La bretxa biològica entre homes i dones a l'hora d'orientar-se no és immensa, assegura Jennings, però existeix. Es podria eliminar si nois i noies tinguessin exactament la mateixa educació i estímuls des que són petits i si elles rebessin les mateixes ajudes que pares, educadors i la societat en general dediquen als nens al llarg de tota la vida. Un petit pas seria que els pares deixessin a les nenes explorar el territori més pròxim a casa tal com ho deixen fer als nens.
Ken Jennings hauria estat un perfecte competidor al concurs del National Geographic. En primer lloc perquè és un fanàtic de la geografia, d'aquells que de petits estudiaven llistes de població de pobles i ciutats, que sabien que l'illa de Victòria, al Canadà, és la més gran triple illa (llac-illa, llac-illa, llac-illa) del món o que la taca de naixement que Gorbatxov té a la cara és quasi idèntica al perfil de Tailàndia. I en últim terme perquè es va fer molt conegut als Estats Units en convertir-se en la persona que més diners ha guanyat mai en concursos de televisió (més de 3 milions de dòlars).
El llibre de Jennings parla del mapamundi invertit que es van inventar a Austràlia, en el qual el continent australià apareix al centre i a la part superior, mentre que Amèrica i Europa queden relegats a situacions marginals. Afirma que els primers mapes de carreteres eren els que es feien per guiar els pelegrins a Terra Santa i esmenta el cas dels deu milions de dòlars que la Biblioteca del Congrés dels Estats Units va pagar pel mapaWaldseemüller, del 1507, el document més antic en el qual apareix la paraula Amèrica.
Sobre el descobriment d'Amèrica, Jennings l'explica així: el primer viatge transatlàntic de Colom es va inspirar en una carta de navegació que li havia enviat el matemàtic italià Paolo Toscanelli, però l'explorador havia calculat la distància fins a les Índies basant-se en la matemàtica de Ptolomeu. Si no arriba a ser perquè entremig hi havia Amèrica, diu Jennings, "mai més hauríem tingut notícies seves".
El nou continent s'hauria d'haver anomenat Columba en honor del seu descobridor, però en canvi va rebre el nom d'Amerigo Vespucci. Colom creia haver arribat a Orient. Va ser Vespucio qui es va adonar que en realitat el genovès havia descobert un nou continent.
Mapes mentals
Els primers mapes van ser mentals. Ja els feien els homínids quan decidien modificar la seva ruta de cacera habitual per evitar l'amenaça d'un depredador. El pas següent va ser plasmar aquella imatge mental sobre un paper o qualsevol altre objecte. Els protomapes més antics que es conserven serien una gravats de Babilònia, un plat de bronze de la dinastia xinesa Zhou i un papir grec que representa la península Ibèrica. Per la seva banda, el gran Atles Català del 1375 és el primer en què apareix dibuixada una rosa dels vents.
Després de segles sense grans canvis, els mapes estan, avui, en un moment crucial a causa de la popularització del GPS, els smartphones i les tauletes. En el termini de vint anys, Google Earth preveu arribar a confeccionar el mapa del món perfecte, en què cada centímetre del planeta tindrà la resolució d'un píxel sobre la pantalla. El salt qualitatiu que això suposarà és impressionant, atès que actualment hi ha zones amb una resolució de 15 metres per píxel.
El problema, assegura Jennings, és que les eines basades en el GPS són tan còmodes i fàcils d'usar que acaben atrofiant el nostre sentit per orientar-nos. "És un símptoma d'una cultura que externalitza cada cop més la seva capacitat espacial encomanant-la a la tecnologia, i un cop desapareix ja no es recupera", sentencia.

dilluns, 7 de gener del 2013

El Port de la Selva: gent dolça, costa salvatge

Publicat al diari Ara el 6 de gener del 2013

D'entrada fa broma i diu que no vol recomanar a la gent que vagi al Port de la Selva perquè ja n'hi ha prou, de visitants, sobretot els mesos d'estiu. Però de seguida s'hi repensa i recula. El dibuixant Carles Romeu, exninotaire a FotogramasEl Jueves,Por Favor i El País i encara actiu a les pàgines d' Interviú, recorda amb enyorança el virginal poblet de pescadors que va conèixer de petit, "fa més de mig segle", quan els seus pares el portaven a estiuejar en aquell indret idíl·lic al nord del cap de Creus i totes les activitats, sempre relacionades amb el mar, que hi ha fet al llarg de quasi tota la seva vida.
"La meva relació amb el Port de la Selva comença a l'edat de tres mesos, quan, a la pujada de Garriguella, el cotxe del pare es rescalfava i la mare em donava el biberó en un voral de la carretera", explica Romeu. Hi anaven quinze dies cada estiu, ja a finals dels anys quaranta, en plena postguerra. El pare era molt amic d'un home que estava casat amb una filla del poble.
"La senyora de la casa, la Fermina Guanter, era una cuinera extraordinària. Ens feia fricandó amb moixernons i cama-secs, peix al forn, suquet de clavell amb picada d'ametlla... O llagosta, que en aquell temps encara no era un menjar de rics. Eren plats de pobres però estaven...", rememora Romeu amb salivera a la boca.
El viatge des de Barcelona era llarg. Fins a dotze hores trigaven a arribar al Port, després d'una llarga aturada a Girona per dinar i fer la migdiada a casa de l'oncle Ventura i de les preceptives parades per deixar refredar el motor del cotxe després de cada pujada. Quan, de nits, la Fermina veia els llums d'un vehicle que baixava cap a Port, cridava al seu marit: "Són ells, ja són aquí!" Així de rar era veure un cotxe per aquelles contrades a segons quines hores.
Romeu té records del Port de la Selva, el racó de Catalunya elegit pels lectors de l'ARA, de fa cinquanta anys, tot i que també de més recents. Recorda, per exemple, que la majoria de cases no tenien aigua corrent, que molts edificis estaven destrossats pels bombardejos de la Legió Còndor el 1938 i que hi havia un bruixot a qui els veïns amagaven regals i diners a sota d'una pedra, i l'endemà trobaven remeis per als mals que patien.
Però els seus records estan relacionats, sobretot, amb el mar, amb les cales íntimes a les quals només es podia arribar a rem, amb les barques de tot tipus que ha tingut, amb la pesca i el vent, sempre omnipresent, que castiga aquell turmentat paisatge.
"Hi havia tant peix que amb deu minuts de pesca en tenies prou per alimentar tota la família. A mi m'agradava que fos un poble de pescadors, i al·lucinava amb les tonyines de dos metres que veies nedant dins de la badia, o acostar-te a l'inhòspit cap de Creus, que és la Costa Brava en el sentit més bèstia".
Un paradís perdut
Romeu reconeix que el Port de la Selva ha estat per a ell un "paradís perdut". Però ja no. Ha canviat molt, massa, es queixa. Hi ha dies que no pots ni entrar en barca a la badia de Cadaqués de la quantitat d'embarcacions que hi ha. "No pots ni pescar ostres, els musclos han desaparegut i amb les garotes està passant el mateix. Tot són turistes, tothom es compra una embarcació sense que li preguntin si la sap portar". De bitotxos, per exemple, una rara espècie marina que, un cop a la boca, és com una "bufetada de mar", fa sis o set anys que no en veu cap ni un.
Malgrat tots els malgrats, malgrat que ja no és el poble que havia conegut i malgrat les vuit operacions que ha patit els últims anys, Carles Romeu segueix anant al Port de la Selva sempre que pot. L'últim estiu no ha pogut fer-hi el que acostumava. S'ha dedicat a acabar les seves memòries (acaben de sortir publicades a l'editorial Astiberri amb el títol Ahora que aún me acuerdo de todo, o casi), a fer molta vida social i poc mar. "Ara hi vaig per mirar-me la postal", comenta lacònic el dibuixant.

dilluns, 31 de desembre del 2012

Collsuspina: calma total i bons aliments

Publicat al diari Ara el 9 de desembre del 2012
Foto: Pere Tordera

Un poblet preciós de mitjana muntanya, amb un nucli petit i ben conservat. El veïnat hi és escàs i de paraula, acostumat a moure's en un clima fresc i saludable. Els camps i boscos que l'envolten conformen un entorn natural pròxim, ple de cases pairals disseminades. Els visitants hi troben tranquil·litat, vistes panoràmiques i cels nets, i un cop asseguts a taula poden gaudir d'una bona cuina a un preu raonable. Quants pobles de Catalunya encaixarien en aquesta descripció? Per al cineasta Marc Recha, sobretot un: Collsuspina, on va viure durant "un bon grapat d'anys".
De petit hi havia anat amb els pares i, quan ja va ser major d'edat, Recha va triar Collsuspina per viure-hi. Quan se li pregunta què va trobar allà dalt, respon sense dubtar: "Tranquil·litat total". La mateixa tranquil·litat que havia conegut quan, sent un nen, va descobrir els seus boscos de roure i d'alzina, els pins i la verdor dels seus prats.
La població de Collsuspina va néixer al voltant d'un hostal isolat a mitjans del segle XVI. L'establiment era un lloc de parada habitual de viatjants, comerciants i bandolers. Era al Coll de l'Espina (o de s'Espina), al traçat del camí ral que comunicava Vic i Manresa. El poble va créixer i el 1910 ja tenia 361 habitants, 86 edificis, dos hostals, una escola mixta i tartana per anar a Vic, segons la Geografia general de Catalunya de Carreras Candi.
El local que va donar lloc a Collsuspina encara existeix. Es diu Can Xarina i va camí de complir els cinc segles d'activitat quasi ininterrompuda. Marc Recha el coneix bé i per aquest motiu no dubta a recomanar una visita al veterà casal gòtic-renaixentista. Bé sigui per a un àpat ("bons vins, carn excel·lent i tracte familiar") o per contemplar els seus finestrals d'estil gòtic tardà.
Marc Recha creu que val la pena conèixer Collsuspina per gaudir de la natura i de les vistes panoràmiques "impressionants" que s'ofereixen al visitant. Situat a mil metres d'altitud, en dies clars és possible veure amb tota nitidesa el massís del Montseny, les punxes de Montserrat i els cims nevats del Pirineu.
El municipi té una característica singular. Les seves muntanyes recullen aigües de tres rius, el Ter, el Besòs i el Llobregat, que desemboquen en punts tan distants com són les platges de l'Estartit, Sant Adrià i el Prat.
"És un poble petit, elevat, envoltat de camps, rouredes, i on es poden trobar força bolets i gent afable i de tracte pròxim", sintetitza Recha. Sobre el clima, el director de Pau i el seu germà i L'arbre de les cireres -l'únic film en català seleccionat a la secció oficial del Festival de Cinema de Canes- assegura que és sec i força ventilat: "Quan neva ho fa amb intensitat i a l'estiu és un lloc ideal per fugir de la xafogor de la costa".
Quan hi vivia, Collsuspina permetia a Recha escriure sense haver d'estar pendent del rellotge, i ara aprofita que només hi va de visita per retrobar els vells amics que hi va deixar.
Bosc de Casanovas
A més de la tranquil·litat, en què tant insisteix Recha, a Collsuspina val la pena passejar pel bosc de Casanovas, un espai protegit on creixen roures centenaris; el carrer Major i el nucli antic, que conserva l'estructura vuitcentista original; l'església de la Mare de Déu del Socors (finals del segle XVI), a qui sovint recorrien els viatgers antigament, o l'ermita romànica de Sant Cugat de Gavadons, situada al nord del poble.
Collsuspina pertany a Osona a nivell administratiu, però els seus habitants sempre han tingut més relació amb el Bages, i amb Moià. Cap allà recomana Recha que anem d'excursió i que ho aprofitem per menjar al restaurant Les Voltes de Sant Sebastià. "En Jaume i l'Edu us faran gaudir de la cuina amb majúscules, amb molta simpatia i un sentit de l'humor d'alta volada".
Això sí, a l'hora de dormir hem de tornar a Collsuspina, perquè Collsuspina és... "Necessari", conclou Recha.


diumenge, 18 de novembre del 2012

Sitges, ànima de poble ben viva

Publicat al diari Ara el 18 de novembre del 2012
Foto: Manolo Garcia

¿Pot considerar-se poble un municipi que té 28.000 habitants fixos tot l'any, que disposa de molts hotels de luxe, palau de congressos, tres ports esportius, un comerç divers i potent, que acull un festival internacional de cinema i que és lloc de residència habitual de futbolistes i altres milionaris? La periodista Rita Marzoa ho té clar: Sitges pot ser moltes coses, però també és un poble. I precisament aquest poble és el Sitges que la conductora del programaSolidaris, de Catalunya Ràdio, més coneix i més s'estima, el Sitges que sense cap mena de dubte convida a visitar.
Sitgetana de tota la vida, Marzoa es defineix com a "amant de les tradicions i la festa", una persona que viu molt al carrer, que "renega del creixement urbanístic i demogràfic del seu poble" i que no s'imagina un 23 i 24 d'agost, dies de festa major, lluny dels seus carrers.
Tan a prop de Barcelona i tant com ha canviat, i Marzoa pensa que Sitges manté viva l'ànima de poble. Sobretot quan se celebren les festes locals. "La participació activa de milers de compatricis fa que pensis que l'ànima batega amb moltíssima força. Però, d'altra banda, penso que hi ha una ànima que hem perdut. La que té a veure amb l'ajuda al veí, conèixer la gent, respectar el dret dels sitgetans a poder gaudir amb calma de l'espai públic".
L'església sobre el mar, el Cau Ferrat i el palau de Maricel, el ral·li de cotxes d'època, el Festival de Cinema Fantàstic, el Carnaval, el llegat modernista que van deixar els americanos, els carrers encatifats de flors, l'aire tolerant que sempre s'hi ha respirat... Sí, Sitges és un estereotip, reconeix Marzoa, però aquesta imatge que en tenen els forasters respon a una realitat.
"Sitges és preciós, un lloc per venir de festa, per compartir bons moments amb la família, per menjar bé". I alhora, també afirma: "Però és un lloc que estressa a l'estiu, que és car… I us diré el que segur que molts sitgetans pensen: en molts moments no suporto Sitges, però em moriria si no pogués viure aquí".
Rita Marzoa defineix el seu poble així: "Obert, acollidor, gelós de les tradicions, de les menges, de la seva gent, dels seus espais. Una mica fatxenda quan se'l vol comparar amb d'altres. Un lloc amb una llum única, amb racons alienants i olors evocadores, però capaç de ser cruel amb els seus quan se'l qüestiona".
La platja de Sant Sebastià
Posada a recomanar, Marzoa diu que no ens podem perdre "el davant i el darrere de l'església -la Punta-, sempre vorejant el mar". El Sitges més públic va de l'església cap a Vilanova, amb una façana marítima guarnida amb cases modernistes que il·lustren el passat burgès i també, a desgrat seu, el creixement sense mesura. El Sitges més íntim i personal, per on li agrada perdre's, és el que mira a Barcelona.
"A la rereguarda del racó de la calma, avui en obres, hi ha la platja de Sant Sebastià, coronada per l'ermita i el cementiri vell, que són dos dels espais que em provoquen més magnetisme localista", afirma Marzoa. "És una u oberta al mar, petita, feta a mida, on hi trobo tot el que necessito: la meva platja a la primavera i a l'estiu, el meu lloc per passejar i pensar a la tardor, i l'espai humit i fred, gairebé hostil, que em permet viure postes de sol úniques quan gairebé tots sou a Barcelona".
¿Racons secrets de Sitges per descobrir? Ja no en queden, reconeix sense recança. Tot i això, Marzoa ens aconsella que durant la nostra estada donem per uns moments l'esquena al mar i descobrim el massís del Garraf.
"Ara fa un any va ser el lloc que va triar el meu pare per acomiadar-se i descansar. I per mi caminar per dreceres seques, polsegoses, amb margallons, farigola, romaní i pins molt joves (els vells s'han cremat tantes vegades…) és una experiència única". Allà, enmig de tanta quietud, descobrirem l'ermita de la Trinitat, el Casal dels Caçadors i el monestir budista de Palau Novella.