dissabte, 21 de maig del 2011

"Yo también estuve ahí"

Publicado en El Periódico del 21 de mayo de 2011

El reloj giratorio del BBVA marca las horas que faltan para que finalice la jornada de reflexión y abran los colegios electorales. A cada hora que pasa, la plaza muta su piel y se transforma en algo distinto de lo que había sido. El camaleón es hoy una sala de conciertos, un circo, una sala de conferencias, un foro internacional, un centro de telecomunicaciones, un plató de rodaje y, por supuesto, un punto de encuentro de todos cuantos tienen ganas de oír y hablar.
La presencia de curiosos en plaza de Catalunya se ha disparado. El fin de semana ha atraído a matrimonios de todas las edades, a jubilados, ciclistas, amas de casa tirando del carrito de la compra y a niños. Las mesas de recogida de firmas echan humo. Es como si todos los que hasta ahora no habían podido venir se hubieran puesto de acuerdo para hacerlo al mismo tiempo y dejar constancia de que ellos también estuvieron ahí.
Hoy ha venido el músico Gerard Quintana, que va repartiendo garrafas de agua por los tenderetes. ¿Se ha sumado a la fiesta? Solo temporalmente. Junto a él está Albert Om rodando un nuevo capítulo de El convidat y provocando un embudo humano en el acceso más próximo a paseo de Gràcia. Hasta que acaban la grabación y se van.
“¡Charla sobre intercambio en el espacio Lila!”, grita una chica, altavoz en mano, mientras pasa un hombre con un cartel colgado del cuello: “Este es mi pueblo y no el parlamento”.
El programa de festejos del día incluye una lectura del libro referencia de la acampada, el ¡Indignaos! de Stéphane Hessel o una charla sobre el mayo del 68. Festejos programados. Porque luego están todos los que se improvisan. En el sector anarco, que posiblemente sea el que menos participa en los debates, imperan las actuaciones de música y de payasos, los juegos de malabares y ejercicios más o menos exitosos de equilibrismo.
A pesar de la masiva afluencia de curiosos, hoy también es un día propicio para que se formen corros más o menos espontáneos. Entre los organizados, los de la comisión encargada de resolver problemas logísticos. Se han instalado bajo los árboles, porque el sol aprieta. Allí, cerca de un cartel que reza “Emilio, devuélvenos el botín”, los reunidos abordan los principales problemas a los que tienen que hacer frente en las inmediatas horas. A saber: la presencia de alborotadores en la plaza, la proliferación de pequeños hurtos (el pasado jueves pillaron a un espavilado que se llevaba los 3.334 euros que se habían recaudado), la limpieza, la necesidad de abrir pasillos de seguridad entre el público durante las asambleas o de desterrar la práctica del botellón y otras sustancias.
“Corremos el riesgo de perder todo lo que hemos conseguido”, se lamenta uno. “Pues yo esta mañana me he despertado preguntándome si olería a café. Y no. ¡Olía a pis!”, se duele otro provocando la carcajada general.
A pocos pasos del corro organizado, uno de espontáneo. El micro pasa de mano en mano. Cada ciudadano con ganas de hablar expresa la idea que le apetece, por estrafalaria que sean algunas. Por este orden, aparece una chica que lee un pasaje de la Biblia antes de incidir en la necesidad de un consumo responsable, le sigue un parado del Baix Llobregat que se muestra desengañado con la democracia, otro que trata de convencer al público de que los aviones “nos fumigan desde el cielo”, un chico que asegura que la existencia de clase business en los vuelos “en mi barrio es una falta de respeto” o un hombre mayor que asegura que la juventud actual es “la mejor preparada y la más explotada” (aplauso general).
Mientras en cocina preparan un sofrito, una mujer estatua recoge firmas contra la decisión del Ayuntamiento de prescindir de algunos de los profesionales de la Rambla. Y un poco más allá, en otro corro un hombre con gorra y, por lo que parece, con experiencia de hablar en público, arremete contra el bipartidismo, los bancos y la monarquía. “Nos están haciendo esclavos y decimos ¡basta ya!”.
Pero el tema estrella de los indignados que mañana quieren expresar su sentir en las urnas es cómo conseguir que los poderosos se enteren de lo cabreados que están. ¿Hay que votar en blanco, abstenerse o emitir un voto nulo? Esa es la cuestión que, bajo un sol de justicia, tratan de dilucidar cuatro hombres mayores sin micro pero con un chorro de voz. A medida que aumenta su pasión, el corro crece y los cámaras de televisión que revolotean por aquí buscando imágenes jugosas le dan al play, a lo mejor para sorpresa de las fieles esposas de los oradores.
Josep –le dice una mujer a su marido-. Crec que aquest vespre hauríem de tornar per aquí”. Y él asiente.
Johana es de las pocas personas en la plaza que están deseando que la acampada termine ya. Es la propietaria de uno de los cuatro tenderetes de la plaza. No vende nada, se queja, porque los acampados no le compran nada, ni refrescos, ni chicles ni comida para las palomas. Normalmente vende de 50 a 100 paquetes de comida para las palomas y en una mañana solo ha vendido dos. “Las palomas pasan hambre -dice Johana-. Míralas, pobrecitas”. No estamos muy convencidos de que las palomas pasen hambre, aunque eso sí: por unos días las personas se han adueñado de su plaza.

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