dissabte, 21 de maig del 2011

La plaza de Catalunya es una ágora

Publicado en El Periódico del 20 de mayo de 2011

La plaza se ha convertido en una ágora. Aunque esto no se parece al Hyde Park londinense, cada rincón del céntrico espacio barcelonés se ha transformado, gracias al movimiento de los indignados, en un speakers corner improvisado. Hay ganas de debatir en libertad, de intercambiar puntos de vista, de enriquecerse con la opinión del otro.
“¡Hay tanta necesidad de hablar!”, comentaba emocionada M.C., que pide el anonimato, la pasada madrugada. “Tendrías que haber visto cómo discutía esta mañana la gente mayor con los jóvenes o a un chico en silla de ruedas que también había venido con ganas de hablar. Vienen a explicar su caso, a poner la oreja, a hablar y a escuchar, porque normalmente se habla mucho y se escucha poco. Aquí hay comunicación”.
Los conversaciones apasionadas florecen de forma improvisada en cualquier rincón de la plaza, con preferencia en la acera del lado mar. Ayer los corros eran intergeneracionales. Los mayores se veían reflejados en los ideales y la inocencia de los más jóvenes. Éstos, por su parte, agradecían escuchar la voz de la experiencia. ¿Quién dijo que los chicos y las chicas de hoy solo saben comunicarse a través de un teclado? ¿Seguro que a la juventud actual no le interesa la política?
Esta mañana, sin embargo, los jóvenes acampados descansan de todo el ajetreo nocturno a la sombra de los árboles. Los mayores han ocupado su lugar. Ellos también tienen algo que decir. Bajo un sol inclemente, las conversaciones entre ciudadanos anónimos surgen aquí y allá. Algunas frases cazadas al vuelo: “Esto acaba de nacer. Hay que dejar que las ideas maduren”. “Me conformaría que de todo este movimiento salieran listas abiertas”. “Y un sistema más justo y equitativo”. “En realidad tenemos el poder pero no lo utilizamos. En mi pueblo tuvimos un problema. Pues los vecinos nos movilizamos y un día me llamó el alcalde para saber qué pasaba. Se solucionó”.
Igual que en la Transición, el dilema es reforma del sistema o ruptura.
“Impresionante”, se sorprenden los que acaban de llegar. “Ayer, solo pasar por fuera de la plaza se me ponía la piel de gallina”, confiesa una periodista radiofónica.
Alvaro, de 32 años y uno de los portavoces de los acampados, dice que unos de los objetivos de la convocatoria es precisamente el dejar que la gente hable. De repente la conversación se interrumpe. Una mujer entrada en años que se sostiene con una muleta ha agarrado un micro y, con un cartel en la espalda donde ha escrito que sufre Alzheimer, se suelta con uno de los mítines más incendiarios que hasta ahora se han pronunciado en la plaza. Despotrica contra los políticos de todos los colores –“no me van a hacer callar”, proclama a los cuatro vientos-, mientras el centenar largo de personas que de improviso se arremolina a su alrededor la vitorea con fervor. “¡Presidenta, presidenta! -la aclaman-. ¡Queremos una abuela como tú!”.
El nonagenario Josep Femenía, antiguo militante del POUM que pasó tres años en las cárceles de Franco,  también ha querido estar aquí. El cuidador que le atiende ha ido a buscarle esta mañana a la residencia donde vive con una propuesta: “Josep, nos vamos a la guerra”. Y ahora Josep sonríe encantado desde su silla de ruedas.
Aunque no todo el mundo en la plaza está conforme con la protesta de los indignados. Con puntualidad británica, a las diez en punto han abierto las puertas de El Corte Inglés. Mientras espera poder entrar a los grandes almacenes, Emilia Catalina, vallisoletana de 67 años, cuenta que al principio simpatizó con la protesta, pero ya no. “Aquí tenemos una democracia, para algo están las urnas. Si no te gustan los que votaste, vota a otros. Yo fui votante del PSOE pero ahora votaré a Convergència”.
Pero los sueños de los concentrados no caben en una urna, según reza el lema que aparece en el pasquín que se distribuye en las mesas de información. Por lo visto anhelan cambios de mayor calado. O eso votan en las asambleas. Aunque al hablar con ellos de forma individual parece que se conformarían con bastante menos.
Por cierto, a las diez de la mañana había sido retirada la mitad de la lona que cubría el edificio de Caja Madrid en la acera montaña de la plaza. Seguía ahí el logo de Nike y el eslogan “El valor de tener valores”. Habían desaparecido los pimientos pintados con los colores azul y grana.

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