Publicado en El Periódico el 10 de junio de 2010
Alícia Sánchez-Camacho nos ha salido feminista. Ha anunciado que presentará una moción en el Senado y el Parlament para prohibir el uso del burka y el niqab en todos los espacios públicos. Seguro que no lo hace porque tenga una especial manía a los musulmanes. No. Y tampoco debe hacerlo por populismo o por alimentar la xenofobia y la animadversión hacia todo aquel que es diferente. En sus declaraciones a los medios de comunicación, ha insistido mucho en que con su iniciativa pretende defender los derechos de las mujeres. Una iniciativa encomiable.
Resulta evidente que cubrirse el cuerpo de la cabeza a los pies no es precisamente una señal de liberación de la mujer, sino más bien una rémora del machismo subyacente en muchas sociedades. Pero, dicho esto, ¿el uso del burka es un problema en Catalunya o en España? ¿Cuántas mujeres lo utilizan? ¿Qué conseguiremos si prospera la prohibición que propone el PP? Las mujeres que ahora llevan velo, ¿se lo sacarán o simplemente evitarán salir a la calle? Mucho me temo que esto es lo que ocurrirá, y que lo único que van a conseguir es dejar de verlas por los comercios o paseando por los parques. Sin velo, pero sin salir de casa. ¿Es esta la mejor forma que tenemos de defender sus derechos?
En la Rusia de Putin hacen las cosas de otro modo, pero también allí se retiran de la circulación los ciudadanos considerados problemáticos. Hace pocos días estuve allí y me sorprendió descubrir que por Moscú y otras ciudades apenas se ven mendigos. Pregunté por el tema a la persona que me acompañaba, y me dijo, impasible, que el Gobierno los saca de la vía pública. ¿Y dónde los llevan?, pregunté intrigado. Bien lejos, para que no puedan volver. ¿Y qué hacen con ellos?, insistí, ¿meterlos en la cárcel? No, esto sería ilegal.
Como Putin, parece que también la señora Alicia ha soñado en un país de las maravillas limpio y reluciente, en su caso, libre de burkas y de niqabs. Pero vayamos con cuidado de que el tiro no nos salga por la culata. Que la demagogia o los velos mentales nos impidan ser justos.